Celedonio Flores: Un capo del tango que pasó por Claypole
Por Federico Gastón Guerra
La historia marca que Celedonio Flores vivió sus últimos años de vida en el Claypole de la década del ‘40 donde la vida caminaba a otro ritmo que en la populosa Capital Federal. En cierta forma “El negro Cele” siempre fue más de vecinos y casa bajas que del anonimato y altos edificios.
Flores nació el 3 de agosto de 1896 en pleno centro porteño pero su familia se mudó a Villa Crespo en 1910 y allí Celedonio comenzó a escribir sus primeros poemas y a gestar su vida literaria.
En tercer año había abandonado la carrera de Comercio para dedicarse a lo que más le gustaba: la música y la literatura, y en este contexto es que estudió violín en el conservatorio y después pintura en la Escuela de Bellas Artes. Si bien su vocación no caminó por estos rumbos “Cele” comenzó a descubrir que su vocación era el arte.
La sensibilidad del poeta se arraigó en el arrabal de Villa Crespo en el cual el suburbio le ganaba al centro la pulseada del romanticismo y la inspiración. Con grandes y tupidas arboledas, vecinos cálidos e historias que florecían cada mañana el barrio emanaba versos en el aire que Flores supo juntar e hilvanar en cada poema.
El adolescente iba creciendo al ritmo de su obra y es por esto que ya en 1914 ganó el premio mayor a la poesía con su poema Por la Pinta: delicados versos que él supo hilvanar. De esta aventura Celedonio se quedó con cinco pesos de la época, toda una fortuna por esos años, y el reconocimiento de los más grandes.
Carlos Gardel supo, años después, en 1918 de la letra de Por la Pinta y no sólo felicito al novel poeta sino que además cantó esos versos; aunque la anécdota cuenta que pidió le cambie el nombre al poema y pase a llamarse Margot, como la protagonista del mismo.
Esos versos lo llevaron a la fama. La voz de Carlos Gardel y la guitarra de José Ricardo bastaron para que Celedonio Flores conozca de allí y para siempre el éxito continuado.
Mano a mano, Audacia, La Mariposa, El bulín de la calle Ayacucho, Te odio, Mentira, Por qué canto así y tantos otros han dejado un gran legado. Aunque, el de mayor auge fue Mano a mano.
El investigador del tango Osvaldo Rossler explica así el fenómeno Mano a Mano: “He aquí que Celedonio Flores, como corresponde a todo hacedor de formas, rompe con la tradición , con todo un pasado que al parecer campeaba inconmovible, y nos entrega un octosílabo que poco o nada tiene que ver con los autores leídos en nuestras horas de ocio, o lo aprendido en textos escolares: Rechiflao en mi tristeza / hoy te evoco y veo que has sido ,/ en mi pobre vida paria / sólo una buena mujer/”.
Celedonio no sólo se quedó en la música sino que bajo el seudónimo de “Kid Cele” se lanzó al cuadrilátero y ya en 1923 perdió por puntos la final de un campeonato argentino. Allí mano a mano y desde el ring el negro Cele supo dirimirse golpe a golpe.
Tal vez y como corolario de una vida interminable de fama, talento y éxito es que Flores adquirió una casita en el suburbio de Claypole. En una ciudad que todavía recordaba la presencia del Presidente de la Nación Agustín Justo en el marco de los festejos que por 1935 se realizaron al colocarse la piedra fundamental del Pequeño Cotolengo de la Obra Don Orione.
En Claypole Flores reposó sus últimos años. El negro murió joven, a los 50 años, el 28 de julio de 1947; pero en Buenos Aires, tal vez porque era ese su mundo y su lugar de inspiración.
Celedonio Flores supo reunir en el tango historias cotidianas de cada día que transformó en versos y supo compartir con los hombres de Claypole.
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