Baldíos: fueron el alma de los barrios del Sur
Constituían un espacio
verde público de magnitud. Lotes sin dueño que dieron origen a clubes. Nada quedó de esas porciones de tierra que convivían
con calles de árboles y de adoquines con grandes tiendas: negocios con enormes
toldos y ese tranvía que la recorría en parte para buscar refugio en la
estación de tren.
Por Federico Gastón Guerra
Quiero recordar en este humilde homenaje a quienes con sacrificio y
valentía hicieron de los baldíos de la esquina señoras canchas de fútbol. Con
poco, eso sí. Dos bolsos de arco, unos palos de escoba de límite de cancha y
una pelota usada. Pero...el pasto siempre cortado al ras. Ni una mata de pasto
larga ¡Había que laburarlo al baldío para que fuera una cancha!
Es
verdad, que también estaban los baldíos de tierra, esos de la esquina, al lado
de la Graciela
que casi nunca devolvía las pelotas.
Años
de un Adrogué con matices pueblerinos que hicieron redactar a Miguel De Leo,
uno de los más antiguos comerciantes de Adrogué – Mármol estos versos
ciudadanos debido a su amor por este terruño: “Es tan bonita la Ciudad de Adrogué/
maravillosa pintura / que Don Esteban legó... / El dulce encanto de sus
plátanos y tilos / eucaliptos y pinos / y sus jardines en flor. / Es un manto
bordado / de llamas y flores / pueblo de mis amores / nunca te dejaré. / Como
te adoro a ti, Ciudad de mis amores / no encuentras otros lugares / como mi
bella Adrogué.”
En
realidad hoy mi homenaje intenta ser desde el recuerdo, pero enclavado en este
presente que convirtió a esos ejidos urbanos en modernas casas, departamentos o
algo parecido.
En
esta línea es que el periodista deportivo Héctor Vega Onesime en su libro
“Memorias de un periodista deportivo” le brinda unos párrafos emotivos al
potrero y cuenta que “era el apéndice del barrio en el que practicábamos –sin
saberlo conscientemente- virtudes que araron nuestro espíritus. La amistad, la
solidaridad, la generosidad, la lealtad. Pilares de una sociedad imperfecta, no
desprovista de carencias y deformaciones, aunque sensible para detectar y expulsar a sus agentes malignos”
“Quizás
la melancolía -agrega Onesime-
distorsione mi juicio, pero viendo tanta corrupción impune, inmoralidad
premiada, y ‘sálvese quien pueda’,
rescato aquel mundo de límpida simpleza, en el que la comunidad podía servirse
de resortes naturales para aislar a quienes traicionaban los sanos códigos de
la convivencia”.
Y
sobre el final de su relato el periodista Héctor Onesime cita a Albert Camus
quien en una pasaje de su pensamientos deja en claro que”después de muchos años en que el mundo me ha permitido
variadas experiencias. Lo que mas sé, acerca de moral y de las obligaciones de
los hombres, se lo debo al fútbol”.
Tal
vez, inspirado en los versos del escritor lomense Juan José Manco que dicen:
“Las lomas de mi tierra echadas / sobre esta vasta alfombra / de la verde
llanura”, podemos decir que la alfombra imperfecta en la que se pateaba hasta
la llegada de luna jamás se ha ido volando como cuento de Mil y una noches sino
que aún está ahí aunque no podamos verla.
Siempre serás
potrero
Además,
y por sobre todo, los baldíos, constituían un espacio verde público de
magnitud, debido a la gran cantidad de gente que a diario había de disfrutarlo,
ya que la salud de cada persona va de la mano de la pureza del aire, y la buena
oxigenación se consigue con espacios abiertos y, sobre todo, planificados con una estética que nos
pertenecía.
Lotes
sin dueño que dieron origen a clubes famosos del sur como El Fogón de Mármol.
Este club fue fundado el 27 de septiembre de 1930 por vecinos de arraigo de la
localidad.
En
relación a su particular nombre Romualdo De Lillo (h) explica que “La
denominación que trae reminiscencias camperas se debe no solo al fogón a cuyo
rededor se unen los amigos, sino a un perro que acompañaba a los fundadores
(por lo baldíos sin dueño) y se llamaba “Fogón”.
¡Qué
falta de respeto!, tanto cuidarlo para que un día un martillero ponga cartel de
venta, y con el cuento que está cerca de la estación, a dos pasos del colectivo
y a veinte minutos del centro.
Es
innumerable, hoy en día, la cantidad de personas que compraron sus terrenos
años atrás por intermedio de inmobiliarias de Capital Federal que ponían en
venta tierras en la zona sur, nuestros potreros, claro. Acaso, esta es una de las razones por la cual
hoy hay tanta población en este sector del Gran Buenos Aires.
Los
compradores venían traídos en trenes especiales o en “bañaderas“. Y así y sin
más se quedaban con nuestros terrenos y sus historias y sus gambetas...
Importantes cartillas
Cada rematador preparaba lujosas
cartillas para publicitar las tierras que tenía a la venta; y las mismas se
regalaban a cada cliente o comprador. Esta costumbre viene desde principio de
siglo ya que Turdera en 1912 tenía un cuadernillo importante con todas las
bondades que el ejido tenía para ofrecerle a futuros dueños.
No todas eran de
varias páginas pero sí todas le contaban a la gente cuáles eran los medios de
transporte, servicios que tenía el lugar, construcciones aledañas y de que
manera se podía viajar a Capital Federal.
Además se ponían al
dorso las formas de pago y en que forma se podía obtener la escritura. La
cantidad de lotes que se vendían era algo bastante inestable: en Turdera en
1943, en el límite con Adrogué, se pusieron a disposición de los compradores
algo así como 190 lotes, y en otros parajes los loteos recién comenzaban a
venderse de a uno.
Máximo Paz, barrio La Unión , Monte Grande,
Temperley, Turdera, Adrogué, Burzaco... fueron avanzando a fuerza de remates y
clientes porteños. Y para que el comprador no se fuera con las manos vacías
algunas veces se acostumbraba a servir un ágape al mediodía. Los artilugios
eran variados, pero efectivos.
El potrero pasó a ser un
terreno con cimientos, y al poco tiempo paredes, y más tarde un regio asado
para festejar el techo de la nueva vivienda.
Nada quedó de esas porciones de tierra que convivían con calles de
árboles y de adoquines con grandes tiendas: negocios con enormes toldos y ese
tranvía que la recorría en parte para buscar refugio en la estación de tren.
Medio de transporte
que tiene su historia: el Tranvía que era tirado por caballos nace en 1911
mediante la Compañía
de Tierras y Tranvías de Mármol. La empresa lo promocionaba así: “(...) para
felicidad del vecindario la
Compañía hace funcionar un tranvía que acortando las
distancias, facilita la comunicación entre la estación Mármol del ferrocarril y
la de Martín Arín, que no es precisamente el punto terminal de la línea (...)”.
La Compañía
de Tierras y Tranvías de Mármol desapareció en 1927 haciéndose cargo del
recorrido la
Municipalidad de Almirante Brown hasta la desaparición de la Compañía en 1943. Así se
lee en el diario Tribuna, miércoles 19 de marzo de 1986.
¿Donde estarán los potreros?
Casi la misma
pregunta que se hizo el filósofo de los barrios Alejandro Dolina con aquello de
¿dónde estarán los millones de bolitas que ya no queda ni una? Seguro que la
respuesta será la misma, tanto para las bolitas como para lo baldíos, devenidos
en potrero, Enterrados. Sí, las bolitas con bastante tierra y nuestras canchas
con bastante gente.
Y en esas tierras sin dueño hay quienes recuerdan el paso de los circos:
“La carpa la pusieron sobre las tierras que hoy conforman propiedades o
edificios. Los chicos se divertían mucho allí”, rememoran los lugareños.
Incluso hay quienes aseguran que en por esos circos repartían sonrisas y
piruetas el célebre Pepe Biondi y tanto payaso anónimo que como las máscaras
del teatro parecían reír y llorar con asombrosa facilidad y estética.
Las carpas circenses llevaban júbilo a los suburbios: “las expectativas
de distracción de los vecinos estaban
cifradas casi exclusivamente en la llegada de los circos que ambulaban con su
carga de alegría y colorido instalándose en los baldíos suburbanos”, resalta
hoy alguna crónica amarillenta junto a algún recuerdo perdido de años ya ni
siquiera encontrados.
Hoy en esos antaño ejidos de fútbol: el arco es arco, pero de ventana, el
área es área, pero área de comedor diario, el banderín de corner, es una media
flameando en la soga, y la pelota que rodaba es un bebé recién nacido que rueda
por el patio con el muñeco de trapo.
Cuesta creer que desaparecieron los baldíos, los de siempre, los que
parecían eternos. Hasta que un buen día, un tipo con cara de nada, de esos que
nunca patearon al arco, pusieron un cartel, por orden de un tercero. Y chau
baldío.
Acaso, son válidos los cálidos versos de Nilda
Heredia: “Te veo. Te reconozco entre los tranvías / en los zanjones coreando
las ramas / bajo el sopor húmedo de tus noches / los banquillos, la calesita a
caballo”. Estos sirven para describir lo
que muchos vecinos piensan sobre el pasado que se fue y el presente que nos
marca sus realidades.
Habría que penar a quienes nos sacaron los potreros. Esos, que hoy sólo
son recuerdo de todas las mañanas que viví y todas las calles donde me escondí.
Ilustración: https://www.taringa.net/posts/imagenes/16418255/Potreros-de-futbol.html
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